El viaje de Emily te lanza directamente al caso: la tía Hilda, una arqueóloga de renombre, desapareció sin dejar rastro. Tú entras en escena. Sin refuerzos, solo un cuaderno, ojos agudos y un corazón terco. Hay secretos en los márgenes. Desde yacimientos arqueológicos quemados por el sol hasta callejones resbaladizos por la lluvia, cada ubicación esconde algo: un símbolo medio enterrado en el polvo, una carta rasgada, un mecanismo que zumba al tocarlo. Haz clic, inspecciona, prueba, falla, prueba de nuevo. Las pistas se unen como hilos en un mapa; los acertijos retuercen tu mente de la mejor manera. Emily no se rinde, y tú tampoco. Esto es point-and-click en su máxima expresión: interfaz limpia, feedback contundente, esa dulce emoción cuando finalmente una cerradura cede. Escucha susurros en los pasillos del museo. Traza glifos. Descifra, conecta, empuja la historia hacia adelante pieza por pieza hasta que el enigma se abra de par en par. Y oye, mantén la astucia: algunos caminos se repiten, algunas respuestas muerden, pero el descubrimiento se siente glorioso, confuso, y merecido. Juega ahora.